martes, 7 de mayo de 2019

Reglas de operación

Marcos Méndez Lara
El Sur, periódico de Guerrero
Hay un tema de gestión gubernamental en el que Guerrero aventaja a la Federación: la mayoría de los programas de desarrollo social que ejecuta el gobierno del estado sí tienen reglas de operación y no sólo lineamientos. En efecto, inexplicablemente los nuevos programas emblema del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador se ejecutarán sin reglas de operación, es decir, que se gastarán aproximadamente 365 mil millones de pesos sin reglas, según la organización México Evalúa. Sin duda, es uno de los grandes déficits del actual gobierno federal, no obstante el férreo discurso presidencial en contra de la corrupción.
Las reglas de operación son documentos jurídicos que establecen un marco de referencia para hacer posible la eficacia, la operación eficiente y sobre todo la transparencia de los recursos de los programas. La Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria las define como “disposiciones a las cuales se sujetan determinados programas y fondos federales con el objeto de otorgar transparencia y asegurar la aplicación eficiente, eficaz, oportuna y equitativa de los recursos públicos asignados a los mismos”.
De acuerdo con un estudio del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública de la Cámara de Diputados, la primera referencia a la aplicación de reglas de operación está en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) del ejercicio 1998, dirigidas a los programas del Ramo 26, denominado de Desarrollo Social y Productivo de Regiones de Pobreza. La definición que se leía en el PEF decía que “Las reglas de operación de los programas deberán ser claras y transparentes, y su mecanismo de operación y administración deberá facilitar la evaluación periódica de los beneficios económicos y sociales de su asignación y aplicación, así como asegurar la coordinación de acciones con otras dependencias y entidades para evitar duplicaciones en el ejercicio de los recursos”.
En el PEF del ejercicio fiscal se enlistaron los programas que eran sujetos a reglas de operación, y dos años después, en 2002, se homogenizó el requisito para que todos los programas federales que entregaban subsidios contaran con reglas.
Programas federales sin RO
Se han publicado numerosas noticias y varios análisis sobre los nuevos programas de subsidios que implementa el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Uno de los aspectos que más se cuestionan es la falta de reglas de operación de dichos programas, ya que los coloca en una situación de ambigüedad en materia de evaluación, vigilancia y transparencia.
Mariana Campos, integrante de México Evalúa y una de las primeras que ha señalado esta deficiencia, en un estudio denominado Con subsidios sin reglas de operación no haremos historia, dice que la falta de reglas de operación en la entrega de subsidios es una mala práctica porque no se le exige al ejecutor del gasto que defina un compromiso de operación e impacto que después le pueda ser exigible. Con esto, dice la autora, “se abre un mayor espacio a la discrecionalidad y diluye la rendición de cuentas sobre quién recibe el subsidio, por qué lo recibe, cuánto recibe y cuándo lo recibe. Esto, a su vez, eleva el riesgo de que los dineros sean usados para el control político en su formato más común, pero no único: la compra de votos”.
De acuerdo con Campos, las reglas de operación fortalecen el diseño de los programas porque obligan a los ejecutores a prever y transparentar en manuales los procedimientos del programa y los criterios de selección de beneficiarios, además de estandarizar formatos para sistematizar la entrega y operación de los subsidios; asimismo, los obligan a realizar una evaluación de resultados.
Mariana Campos hizo un análisis del gasto destinado a programas con reglas de operación comparado con programas que no las tenían, durante el periodo 2008-2019, e identificó tres etapas: de 2008 a 2011 se gastaba más en programas sujetos a reglas de operación; de 2012 a 2014 el gasto era más o menos similar en ambos tipos; y de 2015 a 2019 se gasta más en programas sin reglas de operación.
Asegura Campos que aun cuando en el actual gobierno federal persiste la promesa de combatir la corrupción en el gasto público, existe evidencia de que se continúa con la tendencia del gobierno del ex presidente Enrique Peña Nieto de gastar más en programas sin reglas de operación en relación con los que sí las tienen: en 2019, por cada peso gastado en programas sin reglas, se gastarán 72 centavos en programas con reglas, casi la misma relación que en 2018.
En otro análisis, el portal de noticias Animal Político, en coordinación con México Evalúa, asegura que el gobierno de AMLO gastará 119 mil 500 millones de pesos destinados a subsidios para financiar 11 programas prioritarios sin reglas de operación, y señalan, por ejemplo, que programas como Jóvenes Construyendo el Futuro, Sembrando Vida o la Pensión para el Bienestar de las Personas con Discapacidad Permanente operarán sin tener metodología, manuales o criterios de selección de beneficiarios.
Destacaron que estos 11 programas emblema fueron incluidos en el Anexo 26 “principales programas” del PEF del ejercicio 2019 y concentran el 33 por ciento del presupuesto etiquetado como “otros subsidios”, es decir, programas que no cuentan con reglas de operación y que en total suman 358 mil 689 millones de pesos.
Entre dichos programas sin reglas están el de Jóvenes Construyendo el Futuro, que en total dispondrá de 440 mil 320 millones de pesos; la Beca Universal para Estudiantes de Educación Media Superior Benito Juárez, ejercerá 17 mil 280 millones; y Sembrando Vida, con 15 mil millones de pesos.
Otros programas que no cuentan con reglas de operación son el de Producción para el Bienestar, con 9 mil millones, la pensión para Personas con Discapacidad, de 8 mil 500 millones, el programa Nacional de Reconstrucción Nacional que contará con 8 mil millones, y el de Precios de Garantía a Productos Alimentarios Básicos, con 6 mil millones de pesos.
Guerrero
Los programas sujetos a reglas de operación no sólo son del gobierno federal, sino que también las entidades federativas tienen la atribución de diseñar e implementar los programas que consideren pertinentes bajo el cobijo de este tipo de mecanismos.
En el caso de Guerrero, las primeras referencias las encontramos en marzo de 1988 –según el histórico del Periódico Oficial del Estado de Guerrero y el registro de la Consejería Jurídica del gobierno del estado–, cuando se emitió el Acuerdo que establece las reglas de operación del Fondo de Fomento Agropecuario y Forestal para el estado de Guerrero. Y desde esa fecha hay un salto de ocho años para encontrar la segunda referencia a reglas de operación, específicamente en julio de 1996, cuando se publicó el Acuerdo por el que se establecen las reglas de operación y los criterios de selección de beneficiarios del Fondo de Fomento Agropecuario del estado de Guerrero. En ambos casos, se desconocen los alcances y limitaciones de dichas reglas, ya que no existen archivos electrónicos sobre su contenido.
Hay otro lapso importante que va de 1996 hasta octubre de 2004, fecha en que se publican las reglas de operación del programa Fondo de Tierras e Instalación del Joven Emprendedor Rural en el estado de Guerrero. En 2005 aparecieron las reglas de los programas de Apoyo a Personas con Capacidades Diferentes y las de Pensión Guerrero; y fue hasta 2007, en el gobierno de Zeferino Torreblanca Galindo, cuando se generalizó la elaboración y publicación de reglas de operación.
Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social, que tiene un inventario de programas y acciones estatales de desarrollo social del periodo 2010-2016, en 2010 Guerrero tenía 46 programas, en el siguiente año los incrementó a 74 y en el primer año de Ángel Aguirre Rivero aumentaron a 138 programas.
Sin embargo, en 2013 la cifra bajó a 77 programas, para incrementarse nuevamente a 84 en 2014; finalmente, en 2016 la cifra de programas en el estado bajó drásticamente a 50 (no se tienen datos para 2015).
En cuanto a las bases jurídicas de las reglas de operación, en el Decreto del Presupuesto de Egresos del Estado de Guerrero para el ejercicio fiscal 2006 no se lee ninguna alusión a la aplicación de reglas de operación para los programas de subsidio, y en el caso del presupuesto del año 2007, es un documento que no se halló por ningún lado.
En el presupuesto de egresos del ejercicio 2008, en el artículo 65 ya se señala expresamente la obligación de formular reglas de operación en los siguientes términos: “Con el objeto de asegurar la aplicación eficiente, eficaz, oportuna, equitativa y transparente de los recursos públicos, los programas que deberán sujetarse a reglas de operación son aquéllos señalados en el Anexo 10 de este Decreto”, y remite a la Secretaría de Finanzas y Administración y al entonces Comité de Planeación para el Desarrollo de Guerrero para establecer la normatividad respectiva.
En el gobierno de Héctor Astudillo Flores se continuó con la publicación de reglas de operación para diversos programas y a través de la Secretaría de Planeación y Desarrollo Regional expidió los Lineamientos para la Elaboración de las Reglas de Operación de los Programas Sociales Estatales en 2017 que permitieron homologar y tener un piso mínimo para los diferentes programas
De acuerdo con el registro de la Consejería Jurídica del Poder Ejecutivo, en 2018 se publicaron 39 reglas de operación para otros tantos programas gubernamentales; en 2019 apenas se han publicado los documentos de cuatro programas en el Periódico Oficial del Estado.
Guerrero, en el ejercicio del gasto público con reglas de operación, le lleva ventaja al gobierno federal, ya que la mayor parte de sus programas para el desarrollo social cuentan con reglas de operación, lo cual no sucede en el ámbito de la Federación.
Hay, sin embargo, varios temas donde esas reglas estatales pueden mejorarse, por ejemplo, en el apartado de la transparencia de la información y el ejercicio de los recursos, se requiere una extensa difusión de las reglas, especialmente entre la población que puede ser beneficiaria, y hacer la traducción a las lenguas indígenas, como lo establece la norma. Pero especialmente es necesario que los informes sobre el presupuesto ejercido sean del conocimiento público, además de que cada dependencia detalle y difunda información relativa a la “localización geográfica, beneficiarios con enfoque de género, metas, unidad de medida, periodo de construcción y resultados esperados en términos del Presupuesto basado en resultados”.
Asimismo, se requiere que las reglas de operación se elaboren y publiquen en los plazos que establece el PEEG, pues, por ejemplo, de las de 2019 sólo se han publicado cuatro.
En cuanto a los indicadores para la evaluación de los programas, es un acierto publicar esos instrumentos de medición como parte del contenido de las reglas de operación, sin embargo, también se requiere que se dé a conocer cómo se van comportando dichos indicadores, pues al no existir información al respecto, la rendición de cuentas simplemente no se cumple.
Otro de los aspectos primordiales de las reglas de operación son las contralorías sociales. Antes de 2012, el tema de la vigilancia ciudadana de los programas no se consideraba dentro de las reglas; hoy, aunque ya se las incluye, hace falta un diseño y procedimientos diferentes para su formación y operación, pues todavía se les considera sólo como un requisito (tanto por funcionarios como por la población beneficiaria) y no como un órgano importantísimo para la vigilancia de las actividades y el ejercicio de los recursos de los programas.
Finalmente, en las reglas no se establecen mecanismos específicos para la promoción de la participación social, simplemente se apunta que realizarán actividades de promoción para “supervisar la gestión gubernamental, y que el manejo de los recursos públicos se realice en términos de transparencia, eficacia, legalidad y honradez”. No se dice cómo, quiénes, con qué procedimientos. Sólo generalidades que las dependencias regularmente omiten.
Participación ciudadana necesaria
Las reglas de operación son útiles en la medida en que realmente se utilizan como un referente que guía la operación de los programas. La ciudadanía tiene una función primordial en la vigilancia de la ejecución de los programas, a efecto de que se apegue literalmente a lo que dictan estas reglas. Si bien los órganos fiscalizadores estatal y federal tienen entre sus actividades revisar que haya esta congruencia entre la norma y la operación, a las y los ciudadanos les toca hacer su parte vigilando que efectivamente así sea y hacer las denuncias correspondientes cuando así se requiera.

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