Publicado en el Sur de Acapulco
La Universidad Autónoma de Guerrero fue la anfitriona del Congreso Nacional de Universidades de Cara a la Transparencia y Rendición de Cuentas, los días 17 y 18 de noviembre. Un evento indudablemente destacado por los temas que se abordaron y por los expositores que intervinieron. Pero de manera lamentable, este acto también dio pie a comentarios y declaraciones con muy poca mesura en torno a la transparencia de la casa de estudios local.
Desde la propia convocatoria, la tesorera general de la UAG, Leticia Jiménez Zamora, afirmó que “la UAGro organiza este congreso gracias al trabajo transparente que ha hecho con sus recursos, la liberación de sus cuentas públicas y la promoción de la rendición de cuentas, que le ha valido el reconocimiento a nivel estatal y nacional”, según el comunicado de prensa del 14 de noviembre de 2017.
Por su parte, el rector Javier Saldaña Almazán, durante su participación en la inauguración del congreso, “aseguró que la máxima casa de estudios es una institución que tiene el ‘reconocimiento y la confianza del pueblo guerrerense’ y en materia de fiscalización y rendición de cuentas, ‘podemos ver a los ciudadanos de frente’”.
Incluso, el aparato de prensa de la UAG, el reseñar el acto de inauguración, puso en boca del gobernador Héctor Astudillo Flores las siguientes palabras: “en su discurso [el mandatario estatal] ratificó a la UAGro como una institución transparente e hizo un reconocimiento por el impulsar la cultura de la rendición de cuentas en las instituciones”, reseñó un boletín de la institución del 17 de noviembre.
Lo cierto es que la universidad no se ha caracterizado por su transparencia ni por su puntual rendición de cuentas -como lo muestran las observaciones a su cuenta pública-, deficiencias que no son de hoy, sino desde que se estableció en las leyes la obligación de las dependencias gubernamentales de transparentar su quehacer, que incluyen a los órganos autónomos, como la UAG.
La opacidad
No se encontraron muchos monitoreos sobre la transparencia en la casa de estudios de Guerrero, pero sí suficientes para mostrar el talante de su política en esta materia. Desde 2009, la organización aregional.com realizó el “Índice de transparencia y acceso a la información de las universidades públicas en México 2009”, a partir de la revisión de los portales electrónicos de 38 instituciones educativas. Su conclusión fue que había un bajo nivel de transparencia y acceso a la información, pues el promedio de calificación en materia de acceso, disponibilidad y calidad de la información pública era de 68.5, en un rango de 0 a 100, según describe una nota de El Universal del 4 de marzo de 2009.
El estudio destaca que “13 universidades reprobaron por tener menos de 50 puntos. Algunas de ellas son la Universidad Autónoma de Guerrero, la Universidad Autónoma de Coahuila y la Universidad Autónoma de Chiapas”, de acuerdo con la misma nota.
Por otra parte, en un estudio que realizó la organización Comunica AC, en septiembre y octubre de 2015 para el Instituto de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Itaigro), en donde se revisaron los portales electrónicos de 160 dependencias públicas del estado, la universidad ocupó el lugar 87 dentro del ranking estatal. La calificación obtenida por la UAG fue de 23.99 por ciento, puntuación que ni siquiera alcanzó el bajísimo nivel promedio estatal de 27.89 por ciento. El monitoreo se centró en las obligaciones de transparencia establecidas en el artículo 13 de la Ley 574 de Transparencia y Acceso a la Información del estado de Guerrero.
Otro monitoreo a la casa de estudios lo aplicamos en enero de 2016 y también tuvo el propósito de medir su nivel de cumplimiento a las obligaciones de transparencia que establece la ley. El resultado arrojó que la UAG apenas cumplía con el 45 por ciento de sus obligaciones de transparencia. Menos de la mitad de lo que le exige la ley. Por cierto, la información que la institución educativa no publicaba coincidentemente era la más importante y la que hubiera permitido a cualquier ciudadano aproximarse a lo que realiza la universidad y al ejercicio de los recursos.
La UAG también está en la lista negra por obstaculizar el derecho de acceso a la información de los ciudadanos. De hecho, se encuentra entre las 10 instituciones que han recibido más recursos de revisión o quejas en su contra durante ocho años, de 2006 a 2014.
La UAG sólo es superada en este rubro por las secretarías de Salud (con 27 recursos de revisión), de Finanzas y Administración (18), los ayuntamientos de Tixtla y Chilpancingo (18), la Secretaría de Educación (17) y la Procuraduría General de Justicia del Estado (16). La universidad comparte con el ayuntamiento de Tecoanapa el poco honroso sexto lugar en este terreno, con 15 recursos de revisión presentados por ciudadanos inconformes.
El resto de las universidades
La opacidad no es una condición sólo de la Universidad Autónoma de Guerrero; buena parte de las casas de estudio públicas del país presentan una falta de cumplimiento a sus obligaciones de transparencia y reticencia a la rendición de cuentas. La actual presidenta del Comité de Participación Ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción, Jaqueline Peschard, en un coloquio realizado en la UNAM en septiembre de 2014, afirmaba que las universidades públicas no estaban siendo líderes en la rendición de cuentas.
La también ex comisionada presidente del IFAI (hoy INAI) declaró que, aunque las instituciones de educación superior cuentan con “los reglamentos y normatividad en transparencia, muchas se reservan información que debe ser pública –como el manejo de sus recursos–, y en ocasiones sólo la dan a conocer a solicitud de los ciudadanos”, según reseña el diario La Jornada.
Peschard mencionó que de acuerdo con un estudio del IFAI, muchas universidades no contemplaban en sus reglamentos el principio de máxima publicidad establecido en la Constitución; tampoco definían plazos para actualizar sus obligaciones de transparencia y no contemplaban la obligación de transparentar el contrato colectivo de trabajo, entre otras deficiencias.
Más recientemente, en su artículo publicado en El Financiero: Universidades públicas: autonomía con rendición de cuentas, Jaqueline Peschard opinó que “La autonomía de las universidades públicas es perfectamente compatible con la rendición de cuentas; es más, es una palanca indispensable para robustecer el principio de autodeterminación y autogestión que la Constitución les otorgó para asegurar el libre desarrollo de sus tareas, tanto académicas, como culturales. Autonomía sin rendición de cuentas es un privilegio inaceptable, que está reñido con la naturaleza misma y la función pública de las universidades”.
Pero las universidades no sólo se han caracterizado por su opacidad, sino también han puesto en entredicho su prestigio al involucrarse en fraudes millonarios. Por ejemplo, la plataforma digital de noticias Animal Político y el grupo Mexicanos contra la Corrupción e Impunidad recientemente, por medio de una investigación periodística, detectaron contratos ilegales por 7 mil 670 millones de pesos y de este dinero no se sabe dónde quedaron 3 mil 433 millones. A este trabajo periodístico lo denominaron la Estafa Maestra.
A diferencia del modus operandi de otros fraudes, “aquí el gobierno no entrega los contratos directamente a las empresas, sino que primero los da a ocho universidades públicas y éstas lo dan después a las empresas. Sólo por triangular los recursos, las universidades cobraron mil millones de pesos de ‘comisión’, aunque no hayan dado ningún servicio”,
Entre las conclusiones de la investigación, el trabajo documenta que 3 mil 433 millones de pesos se entregaron a empresas fantasma y cuyos socios viven en barriadas. “Mil millones de pesos más fueron la comisión para las universidades y el resto sirvió para, supuestamente, contratar servicios. En muchos casos, no hay evidencia documental de que estos hayan existido”.
Fueron ocho las universidades cómplices de estos fraudes. La primera es la Universidad del Estado de México, la Universidad Autónoma del Carmen (Campeche), la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. También están involucradas la Universidad Popular de la Chontalpa (Tabasco), la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco, la Universidad Politécnica del Golfo de México (Tabasco); el Instituto Técnico Superior de Comacalco (Tabasco) y la Universidad Tecnológica de Tabasco.
En total, el fraude involucró 70 convenios con diversas dependencias públicas federales como Pemex, Sedesol, Fovissste, SCT, Banobras y SEP, quienes triangularon con las escuelas de educación superior la contratación de productos y servicios que aparentemente nunca existieron o no se prestaron.
Transparencia reciente
La Ley General de Transparencia, en la cual se basaron todas las leyes en la materia de los estados, es más ambiciosa que las anteriores porque entre otros rubros, establece la obligación a todas las dependencias públicas de difundir un catálogo de 48 temas de su quehacer gubernamental (artículo 81 de la Ley 207 de transparencia local), y en el caso de las universidades, la norma propone que además de esos temas, publiquen otros nueve temas específicos sobre el quehacer educativo (artículo 88).
La obligación de publicar estos temas se estableció desde mayo de 2016, pero por inconsistencias del INAI en la habilitación de la plataforma electrónica, ha dado ya dos prórrogas para que las dependencias públicas cumplan con su información de oficio. El último plazo vence el 31 de diciembre de 2017, lo que significa que en 2018 todas las instituciones gubernamentales deberán difundir en la Plataforma Nacional de Transparencia y en sus portales electrónicos los temas que establece la ley, o de lo contario podrán ser denunciados tanto por el Itaigro como por la ciudadanía.
Aunque la UAG ha comenzado a publicar información en su portal electrónico, los datos importantes, sobre todo los que se relacionan con las finanzas de la universidad, aún permanecen en la oscuridad.
Por ejemplo, la casa de estudios no publica nada sobre sus indicadores relacionados con temas de interés público o trascendencia social sobre sus funciones, ni tampoco indicadores que permitan rendir cuenta de sus objetivos y resultados. Tampoco nada sobre las remuneraciones de sus servidores públicos de base o confianza, ni los gastos de representación ni de viáticos.
La UAG no publica información curricular de sus funcionarios ni de sus docentes, este último indicador clave de la calidad de la enseñanza. En cambio, sí publica, aunque no en formatos abiertos, información parcial sobre avance en el gasto de los subsidios para organismos descentralizados estatales, de la platilla de personal, estados de la situación financiera, entre otros.
Desafortunadamente, sobre la fracción XXI, que establece la publicación del sobre el presupuesto asignado, la UAG sólo escribe que “le corresponde al gobierno del estado presentar la información relacionada” a este rubro -lo cual no es cierto, porque es una obligación de la universidad-. Tampoco publica información sobre el tema medular de los resultados de las revisiones a su cuenta pública.
También mantiene en la opacidad los montos destinados a gastos relativos a comunicación social y publicidad oficial, pues argumenta que “la universidad se reserva los datos de información, con la finalidad de salvaguardar la integridad de las personas contratadas, por la inseguridad que impera en nuestro estado”.
Los procesos de adquisición de bienes y servicios (adjudicaciones directas, licitaciones, etc.) no los transparenta la universidad, o por lo menos publica información parcial que no es útil. Los inventarios de bienes muebles e inmuebles de la universidad también presentan información muy parcial. Además, la UAG dice que no le aplican las fracciones de la ley relacionadas con la transparencia de los mecanismos de participación ciudadana ni con los programas que ofrece la universidad. Y de las nueve obligaciones específicas de las instituciones de educación superior, la UAG no publica nada.
Colofón
Ciro Murayama Rendón, profesor de la UNAM que se ha ocupado de este tema expresa que “Hay una relación indisoluble entre transparencia, universidad y autonomía, aunque en los hechos venimos de una larga historia de opacidad, incluso me atrevo a decir que hay áreas de la vida pública de México que se han abierto más y son más transparentes que la universitaria”.
Agrega que los universitarios han sido protagonistas de la crítica, del cuestionamiento, pero hacia fuera, pocas veces hacia la propia universidad. “Tenemos que ir a contra corriente en esta idea de que la autonomía nos da una patente de corzo para hacer las cosas como queramos”.
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