Marcos Méndez Lara
El Sur, periódico de Guerrero
El Sur, periódico de Guerrero
En memoria de Javier Bernal Vences.
El periodismo de investigación cada vez se nutre más con documentos y datos obtenidos a través de los procedimientos formales de acceso a la información pública. Reportajes como La Casa Blanca de la familia Peña Nieto-Rivera o la Estafa Maestra, que describe un gran desfalco a la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano –por nombrar los más sonados–, no hubieran sido posibles, o por lo menos serían distintos, si los reporteros no hubiesen utilizado esta herramienta para complementar, fortalecer y afinar sus piezas periodísticas.
Las solicitudes de información comenzaron a emplearse en el periodismo y por algunas organizaciones casi desde que entraron en vigor las diferentes leyes que establecían los procedimientos para hurgar en los archivos, documentos, datos o estadísticas públicas. Por ejemplo, en 2003 se documentó “una desviación de recursos públicos que tendrían que orientarse al combate del VIH-Sida y que terminaron siendo empleados por una organización de corte religioso (Provida) para la compra de tangas, plumas y otros objetos no equiparables a su objetivo original”, de acuerdo con un documento de la organización Fundar, Centro de Análisis e Investigación. La desviación alcanzó cerca de 30 millones de pesos y fue descubierta y evidenciada por seis organizaciones civiles que solicitaron información sobre cómo se habían gastado dichos recursos.
También por medio de la indagación en la información pública, el diario Milenio en 2001 encontró que a través de una empresa fantasma, la presidencia de la república, en el periodo de Vicente Fox, había adquirido toallas de 400 dólares, cortinas a control remoto por 17 mil dólares y sábanas de más de 3 mil 500 dólares, entre otras compras suntuosas. El llamado toallagate fue un escándalo mediático, que le costó la cabeza al administrador de Los Pinos, Carlos Rojas.
Más recientemente se observa una mayor incursión de los reporteros en el uso de esta herramienta, pues son más los trabajos periodísticos que siguen esta línea, como el de “Procampo financia narcos y familiares”, publicado en 2009; “Sedena omite informar número real de bajas en combate al narco” (2011); “La partida secreta contra el narco” (2001); “Opacidad educativa: los ‘Lupitos’ hidalguenses” (2015); o “Masacre en San Fernando: lo que la PGR le oculta a las familias” (2015).
Ricardo Raphael, en su libro Periodismo urgente, señala que el oficio del periodismo cuenta hoy con una enorme caja de herramientas, la mayoría provenientes del desarrollo digital. “En el corazón de esta asombrosa transformación del ecosistema informativo se encuentra el acceso a documentos que antes era imposible obtener”, asegura el autor; hay un mar de datos disponibles que pueden ser la base de “formidables piezas de investigación”.
El quid del asunto es entonces saber cómo hacerse de todos esos documentos e información, y una de las maneras es por medio de solicitudes de información pública.
Fuentes del periodismo
Ricardo Rapahel sostiene que en el siglo XX, “el periodismo se hizo adicto a dos tipos de fuentes: las declaraciones (de políticos, empresarios, líderes sindicales o funcionarios públicos) y los boletines de prensa”. Y agrega que el reportero actual se encuentra en condiciones distintas, pues el desarrollo tecnológico ha hecho accesible información antes inexistente o acaparada por unos cuántos.
Hoy es posible tener varias fuentes de información como testimoniales, archivos públicos, referencias hemerográficas, productos académicos, redes sociales y materiales en internet, entre otros.
A lo anterior se suma el proceso de apertura de la información pública que se ha establecido incluso en la propia Constitución mexicana y en las leyes de transparencia que se han legislado desde principios del actual siglo.
“El castillo de Kafka, que antes era impenetrable, hoy está obligado a vestirse con cristal transparente y una de las llaves que abre su pesada puerta es la solicitud de información. Las leyes y los organismos que la protegen y promueven han permitido que la generación más reciente de periodistas esté realizando investigaciones sobresalientes”, argumenta Ricardo Rapahel.
Sin embargo, los procedimientos para el acceso a la información, aun cuando están en las leyes, no necesariamente son fluidos, fáciles ni rápidos. Muchos reporteros de Guerrero con quienes he conversado al respecto, dejaron de usar este recurso en el primer intento precisamente porque no es coincidente con el dinamismo que exige el periodismo diario.
Y en efecto, el reportero debe considerar, dice el autor de Periodismo urgente, que en temas como el acceso a la información, mientras la dilación es la constante, la puntualidad es la excepción. “A nadie debe decepcionar una respuesta negativa cuando el secreto –y no la publicidad– es la naturaleza de cualquier secretaría, y el ritmo lerdo la característica de toda burocracia”.
Algunas cifras
Tal vez las estadísticas que tienen los institutos de transparencia permitan dar una idea del número de solicitudes de información presentadas por periodistas. Por ejemplo, el Informe de labores 2018 del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) calcula que –considerando como universo sólo a los solicitantes que dejaron datos estadísticos– en el periodo 2003-2014, los “medios de comunicación” presentaron 63 mil 585 solicitudes, que representan 9.4 por ciento de ese universo.
En 2015, la cifra de requerimientos fue de 9 mil 183 (9.6 por ciento); de octubre de 2015 a septiembre de 2016 se registraron 10 mil 283 (10.6 por ciento); de octubre de 2016 a septiembre de 2017 fueron 12 mil 235 solicitudes (11.5 por ciento); y de octubre de 2017 a septiembre de 2018 se tuvieron 7 mil 820 (9.8 por ciento).
En Guerrero, no obstante que los datos oficiales sobre el número de solicitudes de información son totalmente inconsistentes durante el periodo de 2006 a 2011, se observa una baja participación de periodistas en el uso de esta herramienta, que coincide con el también escaso número de reportajes de investigación que se publican en el estado.
Según las cifras de la entonces Comisión de Acceso a la Información Pública del Estado (Caipegro), en 2006-2007 el sector “medios de comunicación” presentó 10 por ciento de las 2 mil 814 solicitudes recibidas. En el periodo 2007, se presentaron 4 mil 236 requerimientos y sólo 1.8 por ciento provinieron de medios de comunicación. En 2008, la relación fue de 2.6 por ciento de las mil 118 registradas.
En 2009, la Caipegro publicó que los solicitantes relacionados con el periodismo eran sólo 0.4 por ciento de las 3 mil 453 solicitudes; y al año siguiente, en 2010, ese porcentaje se incrementó a 3.1 por ciento de los 4 mil 404 requerimientos de información de ese año.
En 2011 se presentaron 2 mil 341 solicitudes y sólo el 1 por ciento fue de periodistas; al siguiente año no se registraron cifras, y en 2013, de las mil 844 solicitudes, 2.3 por ciento fueron de medios de comunicación. A partir de 2014, el Instituto de Transparencia dejó de desglosar cuántas solicitudes de información prevenían de los medios de comunicación en el estado.
En Guerrero, el periodismo de investigación es una actividad que no es pagada ni les interesa a los dueños de los medios tradicionales, que privilegian el diarismo y la venta de publicidad, sobre todo gubernamental. Pero tampoco están a la vista muchos proyectos o iniciativas de reporteros realmente colectivas, que sean la base para hacer periodismo de fondo, ya que regularmente los productos de este tipo requieren de la participación de equipos. Es hora de que comience a hacerse este tipo de periodismo que tanta falta le hace al estado.
Sugerencias
Hassel Fallas, una periodista que basa su trabajo en el análisis de datos, escribió un texto denominado Trece consejos para hacer solicitudes de información pública, en donde recomienda en primer lugar conocer el marco jurídico del derecho de acceso a la información pública.
En el caso de nuestro país, las normas a revisar son el artículo sexto de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la Ley General de Transparencia y en el caso de Guerrero, la Ley 207 de Transparencia y Acceso a la Información. Y en efecto, es necesario conocer cuáles son los procedimientos básicos para presentar una solicitud de información y, en su caso, un recurso de revisión cuando la información le sea negada al solicitante, se le entregue parcial o reciba una que no solicitó.
Otras sugerencias de la periodista son cerciorarse que la información que se solicita no está publicada ya en línea (portal electrónico de la dependencia o en la plataforma nacional de transparencia), así como saber previamente el nombre de la oficina o dependencia que puede tener la información que requerimos.
Algo también importante que recomienda Fallas es dar seguimiento puntual a la solicitud, estar pendientes poco antes de que concluya el plazo legal de vencimiento. En efecto, creemos que este es un punto clave, pues es muy fácil que el reportero olvide las fechas de conclusión y pierda la secuencia de los procedimientos. No es fácil obligarse a revisar prácticamente todos los días las respuestas de las dependencias, sobre todo si son muchas las solicitudes, y diseñarse un sistema personal de consulta, pero sí necesario hacerlo.
Otro de los temas importantes que sugiere Hassel Fallas y en el que coincidimos es que “La solicitud que redacte debe ser clara, precisa y bien delimitada en su alcance y variables a incluir”. Las dependencias públicas aprovechan cualquier ambigüedad en la redacción para no entregar la información, entregar algo diferente o para extender el plazo de la entrega. De hecho, hacer las preguntas correctas y precisas requiere habilidades que regularmente se adquieren con la práctica.
Sobre este tema Ricardo Raphael también propone redactar con exactitud, poner atención en la precisión temporal de la información que solicitamos, hacer una pregunta por solicitud y además solicitar copia simple y digital de la información, ya que sostiene el autor que los oficios impresos contienen información adicional que no tienen las versiones digitales.
Fallas hace suyas dos sugerencias de otras periodistas. De Alejandra Xanic: “No tenemos por qué identificarnos como reporteros. El derecho de petición es para todos los ciudadanos. Hay unos países menos suertudos que otros. Algunas leyes de acceso plantean que el ciudadano debe identificarse y dejar por escrito por qué y para qué quiere la información. Unos lindos prestanombres pueden salvarnos de este aprieto”.
Y de Alma Delia Fuentes: “Lo primero es checar que la info que quiere no esté ya disponible y lo último es entender que cuando recibe la información, hay que investigar y complementar antes de sentarse a escribir. La info que se obtiene por transparencia generalmente no es nota por sí misma”.
Otras sugerencias
Nuestra experiencia también dice que la especialización de los reporteros es muy útil a la hora de decidir qué información se solicita. Hacer las preguntas precisas a las dependencias públicas implica conocer las entrañas de la administración pública, las funciones y atribuciones de las oficinas, reglas de operación de los programas, leyes que las rigen, procedimientos que realizan, etc.
Uno de los temas en los que se percibe menos especialización de los periodistas, pero que es de los más importantes, son las finanzas públicas, ya que entender sus recovecos ayuda a tener una idea más cercana sobre cómo se ejercen los recursos públicos. Por ello es básico conocer, por ejemplo, el ciclo presupuestario, desde la planeación hasta la rendición de cuentas pues al tener presentes las etapas puede detectarse cualquier irregularidad o actividad fuera de las normas.
Gran amigo
A Javier Bernal lo conocí en Guerrero. Nos identificó no sólo nuestro origen chilango y haber estudiado en la misma universidad en la CDMX, sino que también compartimos preocupaciones sobre los problemas sociales del estado y participamos en el colectivo Ciudadanos por Municipios Transparentes, del que fue coordinador en el último año. Luego de su salida de El Sur, le interesó el periodismo de investigación y comenzó a barajar ideas sobre cómo iniciar un proyecto de éstos, y mucho conversamos al respecto antes de su enfermedad. Ya no alcanzó a ver funcionando este proyecto, se nos fue antes.
Hasta siempre, Javier.
El periodismo de investigación cada vez se nutre más con documentos y datos obtenidos a través de los procedimientos formales de acceso a la información pública. Reportajes como La Casa Blanca de la familia Peña Nieto-Rivera o la Estafa Maestra, que describe un gran desfalco a la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano –por nombrar los más sonados–, no hubieran sido posibles, o por lo menos serían distintos, si los reporteros no hubiesen utilizado esta herramienta para complementar, fortalecer y afinar sus piezas periodísticas.
Las solicitudes de información comenzaron a emplearse en el periodismo y por algunas organizaciones casi desde que entraron en vigor las diferentes leyes que establecían los procedimientos para hurgar en los archivos, documentos, datos o estadísticas públicas. Por ejemplo, en 2003 se documentó “una desviación de recursos públicos que tendrían que orientarse al combate del VIH-Sida y que terminaron siendo empleados por una organización de corte religioso (Provida) para la compra de tangas, plumas y otros objetos no equiparables a su objetivo original”, de acuerdo con un documento de la organización Fundar, Centro de Análisis e Investigación. La desviación alcanzó cerca de 30 millones de pesos y fue descubierta y evidenciada por seis organizaciones civiles que solicitaron información sobre cómo se habían gastado dichos recursos.
También por medio de la indagación en la información pública, el diario Milenio en 2001 encontró que a través de una empresa fantasma, la presidencia de la república, en el periodo de Vicente Fox, había adquirido toallas de 400 dólares, cortinas a control remoto por 17 mil dólares y sábanas de más de 3 mil 500 dólares, entre otras compras suntuosas. El llamado toallagate fue un escándalo mediático, que le costó la cabeza al administrador de Los Pinos, Carlos Rojas.
Más recientemente se observa una mayor incursión de los reporteros en el uso de esta herramienta, pues son más los trabajos periodísticos que siguen esta línea, como el de “Procampo financia narcos y familiares”, publicado en 2009; “Sedena omite informar número real de bajas en combate al narco” (2011); “La partida secreta contra el narco” (2001); “Opacidad educativa: los ‘Lupitos’ hidalguenses” (2015); o “Masacre en San Fernando: lo que la PGR le oculta a las familias” (2015).
Ricardo Raphael, en su libro Periodismo urgente, señala que el oficio del periodismo cuenta hoy con una enorme caja de herramientas, la mayoría provenientes del desarrollo digital. “En el corazón de esta asombrosa transformación del ecosistema informativo se encuentra el acceso a documentos que antes era imposible obtener”, asegura el autor; hay un mar de datos disponibles que pueden ser la base de “formidables piezas de investigación”.
El quid del asunto es entonces saber cómo hacerse de todos esos documentos e información, y una de las maneras es por medio de solicitudes de información pública.
Fuentes del periodismo
Ricardo Rapahel sostiene que en el siglo XX, “el periodismo se hizo adicto a dos tipos de fuentes: las declaraciones (de políticos, empresarios, líderes sindicales o funcionarios públicos) y los boletines de prensa”. Y agrega que el reportero actual se encuentra en condiciones distintas, pues el desarrollo tecnológico ha hecho accesible información antes inexistente o acaparada por unos cuántos.
Hoy es posible tener varias fuentes de información como testimoniales, archivos públicos, referencias hemerográficas, productos académicos, redes sociales y materiales en internet, entre otros.
A lo anterior se suma el proceso de apertura de la información pública que se ha establecido incluso en la propia Constitución mexicana y en las leyes de transparencia que se han legislado desde principios del actual siglo.
“El castillo de Kafka, que antes era impenetrable, hoy está obligado a vestirse con cristal transparente y una de las llaves que abre su pesada puerta es la solicitud de información. Las leyes y los organismos que la protegen y promueven han permitido que la generación más reciente de periodistas esté realizando investigaciones sobresalientes”, argumenta Ricardo Rapahel.
Sin embargo, los procedimientos para el acceso a la información, aun cuando están en las leyes, no necesariamente son fluidos, fáciles ni rápidos. Muchos reporteros de Guerrero con quienes he conversado al respecto, dejaron de usar este recurso en el primer intento precisamente porque no es coincidente con el dinamismo que exige el periodismo diario.
Y en efecto, el reportero debe considerar, dice el autor de Periodismo urgente, que en temas como el acceso a la información, mientras la dilación es la constante, la puntualidad es la excepción. “A nadie debe decepcionar una respuesta negativa cuando el secreto –y no la publicidad– es la naturaleza de cualquier secretaría, y el ritmo lerdo la característica de toda burocracia”.
Algunas cifras
Tal vez las estadísticas que tienen los institutos de transparencia permitan dar una idea del número de solicitudes de información presentadas por periodistas. Por ejemplo, el Informe de labores 2018 del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) calcula que –considerando como universo sólo a los solicitantes que dejaron datos estadísticos– en el periodo 2003-2014, los “medios de comunicación” presentaron 63 mil 585 solicitudes, que representan 9.4 por ciento de ese universo.
En 2015, la cifra de requerimientos fue de 9 mil 183 (9.6 por ciento); de octubre de 2015 a septiembre de 2016 se registraron 10 mil 283 (10.6 por ciento); de octubre de 2016 a septiembre de 2017 fueron 12 mil 235 solicitudes (11.5 por ciento); y de octubre de 2017 a septiembre de 2018 se tuvieron 7 mil 820 (9.8 por ciento).
En Guerrero, no obstante que los datos oficiales sobre el número de solicitudes de información son totalmente inconsistentes durante el periodo de 2006 a 2011, se observa una baja participación de periodistas en el uso de esta herramienta, que coincide con el también escaso número de reportajes de investigación que se publican en el estado.
Según las cifras de la entonces Comisión de Acceso a la Información Pública del Estado (Caipegro), en 2006-2007 el sector “medios de comunicación” presentó 10 por ciento de las 2 mil 814 solicitudes recibidas. En el periodo 2007, se presentaron 4 mil 236 requerimientos y sólo 1.8 por ciento provinieron de medios de comunicación. En 2008, la relación fue de 2.6 por ciento de las mil 118 registradas.
En 2009, la Caipegro publicó que los solicitantes relacionados con el periodismo eran sólo 0.4 por ciento de las 3 mil 453 solicitudes; y al año siguiente, en 2010, ese porcentaje se incrementó a 3.1 por ciento de los 4 mil 404 requerimientos de información de ese año.
En 2011 se presentaron 2 mil 341 solicitudes y sólo el 1 por ciento fue de periodistas; al siguiente año no se registraron cifras, y en 2013, de las mil 844 solicitudes, 2.3 por ciento fueron de medios de comunicación. A partir de 2014, el Instituto de Transparencia dejó de desglosar cuántas solicitudes de información prevenían de los medios de comunicación en el estado.
En Guerrero, el periodismo de investigación es una actividad que no es pagada ni les interesa a los dueños de los medios tradicionales, que privilegian el diarismo y la venta de publicidad, sobre todo gubernamental. Pero tampoco están a la vista muchos proyectos o iniciativas de reporteros realmente colectivas, que sean la base para hacer periodismo de fondo, ya que regularmente los productos de este tipo requieren de la participación de equipos. Es hora de que comience a hacerse este tipo de periodismo que tanta falta le hace al estado.
Sugerencias
Hassel Fallas, una periodista que basa su trabajo en el análisis de datos, escribió un texto denominado Trece consejos para hacer solicitudes de información pública, en donde recomienda en primer lugar conocer el marco jurídico del derecho de acceso a la información pública.
En el caso de nuestro país, las normas a revisar son el artículo sexto de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la Ley General de Transparencia y en el caso de Guerrero, la Ley 207 de Transparencia y Acceso a la Información. Y en efecto, es necesario conocer cuáles son los procedimientos básicos para presentar una solicitud de información y, en su caso, un recurso de revisión cuando la información le sea negada al solicitante, se le entregue parcial o reciba una que no solicitó.
Otras sugerencias de la periodista son cerciorarse que la información que se solicita no está publicada ya en línea (portal electrónico de la dependencia o en la plataforma nacional de transparencia), así como saber previamente el nombre de la oficina o dependencia que puede tener la información que requerimos.
Algo también importante que recomienda Fallas es dar seguimiento puntual a la solicitud, estar pendientes poco antes de que concluya el plazo legal de vencimiento. En efecto, creemos que este es un punto clave, pues es muy fácil que el reportero olvide las fechas de conclusión y pierda la secuencia de los procedimientos. No es fácil obligarse a revisar prácticamente todos los días las respuestas de las dependencias, sobre todo si son muchas las solicitudes, y diseñarse un sistema personal de consulta, pero sí necesario hacerlo.
Otro de los temas importantes que sugiere Hassel Fallas y en el que coincidimos es que “La solicitud que redacte debe ser clara, precisa y bien delimitada en su alcance y variables a incluir”. Las dependencias públicas aprovechan cualquier ambigüedad en la redacción para no entregar la información, entregar algo diferente o para extender el plazo de la entrega. De hecho, hacer las preguntas correctas y precisas requiere habilidades que regularmente se adquieren con la práctica.
Sobre este tema Ricardo Raphael también propone redactar con exactitud, poner atención en la precisión temporal de la información que solicitamos, hacer una pregunta por solicitud y además solicitar copia simple y digital de la información, ya que sostiene el autor que los oficios impresos contienen información adicional que no tienen las versiones digitales.
Fallas hace suyas dos sugerencias de otras periodistas. De Alejandra Xanic: “No tenemos por qué identificarnos como reporteros. El derecho de petición es para todos los ciudadanos. Hay unos países menos suertudos que otros. Algunas leyes de acceso plantean que el ciudadano debe identificarse y dejar por escrito por qué y para qué quiere la información. Unos lindos prestanombres pueden salvarnos de este aprieto”.
Y de Alma Delia Fuentes: “Lo primero es checar que la info que quiere no esté ya disponible y lo último es entender que cuando recibe la información, hay que investigar y complementar antes de sentarse a escribir. La info que se obtiene por transparencia generalmente no es nota por sí misma”.
Otras sugerencias
Nuestra experiencia también dice que la especialización de los reporteros es muy útil a la hora de decidir qué información se solicita. Hacer las preguntas precisas a las dependencias públicas implica conocer las entrañas de la administración pública, las funciones y atribuciones de las oficinas, reglas de operación de los programas, leyes que las rigen, procedimientos que realizan, etc.
Uno de los temas en los que se percibe menos especialización de los periodistas, pero que es de los más importantes, son las finanzas públicas, ya que entender sus recovecos ayuda a tener una idea más cercana sobre cómo se ejercen los recursos públicos. Por ello es básico conocer, por ejemplo, el ciclo presupuestario, desde la planeación hasta la rendición de cuentas pues al tener presentes las etapas puede detectarse cualquier irregularidad o actividad fuera de las normas.
Gran amigo
A Javier Bernal lo conocí en Guerrero. Nos identificó no sólo nuestro origen chilango y haber estudiado en la misma universidad en la CDMX, sino que también compartimos preocupaciones sobre los problemas sociales del estado y participamos en el colectivo Ciudadanos por Municipios Transparentes, del que fue coordinador en el último año. Luego de su salida de El Sur, le interesó el periodismo de investigación y comenzó a barajar ideas sobre cómo iniciar un proyecto de éstos, y mucho conversamos al respecto antes de su enfermedad. Ya no alcanzó a ver funcionando este proyecto, se nos fue antes.
Hasta siempre, Javier.